"Cada nuevo comienzo viene del final de algún otro comienzo." - Séneca
Y aquí estoy, a punto de saltar. Con el estómago hecho un nudo y la ilusión desbordada, como un niño la mañana de Reyes.
Empiezo una nueva etapa —mi propio proyecto, mi espacio, mi manera de aportar, espero, desde las palabras— y no te voy a mentir: hay miedo. Pero también hay una energía que empuja, una emoción que tiembla entre los dedos.
Porque los comienzos son así: una mezcla de vértigo y esperanza. Un paso al vacío con la confianza (a veces ciega) de que algo bueno nos espera al otro lado.
Te preparas, ensayas sonrisas, intentas parecer segura, y de pronto… tropiezas. O te das cuenta de que los zapatos nuevos aprietan. Pero sigues, porque sabes que cada tropiezo también forma parte del camino.
Y entonces ocurre. Un gesto, una palabra, una señal mínima que te dice: “esto tenía que pasar”.
Ahí está la magia.
Los comienzos son torpes, sí, pero también luminosos. Están llenos de vida, de historias que aún no se han contado. Y este —mi comienzo como emprendedora— es una de ellas.
No todo está listo ni todo está claro, pero ya he dado el primer paso.
Y a veces, eso es todo lo que hace falta para empezar a volar.
Si tuvieras que dar hoy un primer paso hacia algo que te ilusiona, ¿cuál sería?
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