En el debate sobre el sexismo lingüístico, conviene distinguir entre lo que invisibiliza y lo que organiza el idioma.
No es lo mismo decir «En el coche siniestrado viajaban dos noruegos con sus mujeres» o «Los directivos acudirán a la cena con sus mujeres» —una estructura que subordina la identidad femenina— que «Ayer comimos con mis padres», donde el masculino no borra a nadie. Tampoco la mayoría de las mujeres sentimos exclusión en frases como «Mis primos llegaron tarde» o «Mis tíos viven en el campo».
En estos casos, el idioma no discrimina: usa un plural genérico asentado en la gramática.
El español, como muchas lenguas, dispone de un masculino no marcado, un recurso de economía expresiva que agrupa sin intención ideológica. Sin embargo, algunas guías de lenguaje inclusivo interpretan este uso como androcéntrico y proponen sustituirlo por desdoblamientos —los alumnos y las alumnas, los ciudadanos y las ciudadanas— o por fórmulas que omiten artículos masculinos. Se sugiere escribir “Va dirigido a estudiantes de último curso” en lugar de “Va dirigido a los estudiantes de último curso”.
Pero estos cambios, pensados para visibilizar, pueden alterar el significado en otras ocasiones: no es igual decir «Conozco a los especialistas que llevan este tema» —que implica totalidad— que «Conozco a especialistas que llevan este tema», que sólo sugiere algunos.
La gramática, no la ideología, explica esa diferencia.
Algunos lingüistas advierten, además, que la búsqueda de visibilidad roza a veces el absurdo.. Si decimos «Juan y María viven juntos», el adjetivo juntos —masculino plural— no invisibiliza a María. Pretender sustituirlo por «viven en compañía» para “corregir” la supuesta discriminación sería desnaturalizar el idioma. Lo mismo ocurriría si tuviéramos que evitar «están contentos» por «alegres» o reescribir «se ayudan el uno al otro» por «se ayudan mutuamente». El lenguaje perdería precisión, naturalidad y expresividad.
La científica Margarita Salas, al reivindicar la presencia de niñas y mujeres en la ciencia, hablaba con naturalidad de sus “científicos” y “doctorandos” sin sentirse excluyente. ¿Quiere eso decir que si una mujer no se ve visualizada en cada palabra le falla su conciencia social?
¿Discrimina el idioma por sí mismo o lo hace el uso que se hace de él?
Rizar el rizo de la visibilidad puede convertir la lengua en un artificio. ¿Dónde está el límite?
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